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Hubo noches en que fuiste llovizna y golpeabas con tus gotas mi ventana, de a poco como tictacs de un pequeño reloj que arrullan hasta que uno se duerme. Pero hubo otras en que fuiste lluvia, de esas que empapan, de esas que se vuelven tormenta, de esas que terminan en naufragio.

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Esos ojos de hojita al viento, risueños y coquetos, con el brillito del sol haciendo su casita en ellos; bonitos, preciosos y sinceros. Me gusta verlos sonreír y relucir con la luz del cielo; a esos ojitos traviesos, inquietos e intensos los quiero para verme en ellos.

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No nací para hacer la guerra, ésa la he llevado dentro aun antes de venir al mundo; caos y orden han sido mi perpetuo existir, no hay espacio para algo más y, sin embargo, es el orden el que sujeta a mi alma de un hilo y le ordena que, a donde vaya, sea la paz la que convenga una tregua entre el vacío de la tierra  —la misma que pisan mis pies— y la vastedad del cielo que me besa la cabeza. No me detendré, por lo tanto, en discusiones ni afrentas, pues si algo he aprendido de mi guerra interna es que ya es suficiente caos el que trato de comprender como para prestarme a conflictos que conmigo poco o nada tienen que ver. La vida es una en el presente; pasado y futuro han dejado de ser o no son aún, es por esto que invierto mi tiempo en largas horas de introspección con la noble finalidad de conocer todas mis facetas, las que incluyen: mis sombras, mis voces, mis obsesiones y miedos, mis sueños, mis virtudes y secretos, ya que soy un cúmulo de preguntas con una sola respuesta. Si acaso me detendré, por momentos, en los otros —en ti, en él y en ellos— con la premisa de reconocerlos como complemento a mi totalidad, porque no estoy apartado de ninguno; cada uno tiene una característica que me habrá de ayudar a estudiarme y no —como se ha pensado— a agraviarme.

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Te esperaré aquí. Aprovecharé el tiempo para medir la puntería, para saber dónde te voy a colocar la bala. Tengo paciencia y tú no la tienes, así que esa es mi ventaja. Tengo mi corazón que resbala y da vueltas en su propia sangre, y el tuyo está desbaratado, revenido y lleno de pudrición. Ésa también es mi ventaja

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Me dijo su color favorito.


Me llevó al campo y volamos un cometa.


Me contó sobre su infancia y me dijo el nombre de sus abuelos.


Me hizo escuchar su canción preferida y me mostró sus lunares.


Después me recostó en su pecho hasta que me dormí.


Cuando desperté ya no estaba.

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Lili es bonita.

Le gusta la playa y tocar la guitarra. Le gustan los perros y los conejos. Le gusta el té de manzanilla, las galletas de avena con chocolate (¿En dónde las consigue? Ni idea), las fresas con crema. Le gusta el color morado, le gusta el olor de la canela. Le gusta Bob Dylan, le gusta Janis Joplin. Le gusta la lluvia, le gusta el paño que se forma en la ventana cuando hace frío, le gusta dibujar ahí corazones. Le gusta que le lean antes de dormir y le gusta que le den un beso en la frente al final y que la abracen, como si fuera una niña pues.


A mí me gusta Lili, me gusta mucho.


Cuando Lili ríe, contagia su risa y se le forman hoyuelos en las mejillas y se le vuelven más rosadas de lo habitual. Cuando corre su cabello largo y castaño se alborota y el tiempo parece detenerse y ella parece correr en cámara lenta…le gusta recostarse en el pasto y buscarle forma de animales a las nubes.


Lili se fue hace doce años y dijo que ya no regresaría.


Pero yo igual la espero.

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Estás loca, te quiero.


Tu sonrisa estridente no teme salir de tus labios, tus dientes no temen morder, tus ojos no temen cerrase cuando besas. Tú no sabes dar amor a medias.


Y no temes llorar si estás triste y no temes bailar aunque no sepas, y si algo no te parece justo no temes decirlo, y no temes abrazar y apretar con fuerza a las personas que quieres.


Y caminas despreocupada cuando la tarde cae y el sol se va ocultando y sin embargo no temes (Tengo dos teorías, la primera es que le temes a muchas cosas pero que simplemente eres muy valiente, la segunda es que en realidad no temes porque, como dije antes, estás loca)


Y tus dedos se enredan en los míos sin temor y, aunque el reloj nos diga que ya es tarde y debes irte, te acurrucas entre mi hombro y mi cuello, levantas la cara, me miras a los ojos y sin miedo dices esas dos palabras a las que yo tanto temo…


Te amo.

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Tu rostro no tiene nombre,
tu voz no tiene sonido,
tu tren no tiene número,
tu viaje no tiene horario,
pero yo sé que vendrás
con ese rostro,
con esa voz,
en ese tren,
cuando termine tu largo viaje.

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Tu voz por el teléfono tan cerca y nosotros tan distantes,
tu voz, amor, al otro lado de la línea y yo aquí solo, sin ti, al otro lado de la luna,
tu voz por el teléfono tan cerca, apaciguándome, y tan lejos tú de mí, tan lejos,
tu voz que repasa las tareas conjuntas,
o que menciona un número mágico,
que por encima de la alharaca del mundo me habla para decir en lenguaje cifrado
que me amas.
Tu voz aquí, a lo lejos, que le da sentido a todo,
tu voz que es la música de mi alma,
tu voz, sonido del agua, conjuro, encantamiento.