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Me preparé para ir de cacería acompañado de mi perro Rip, a poco de haber salido encontramos el rastro de un mapache. Cuando se dirigió hacia el lago el animal, Rip se fue tras de él para atraparlo, quise detenerlo pero no pude. Me lancé hacia el lago desde un tronco para sacarlo y…

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Un cúmulo de emociones hechas nudo en el alma: ahogo, éxtasis, dolor, ira y llanto. Quizás, por ahí, se me escape alguna, pero creo que he alcanzado a atrapar las más profundas. Ahora, trato de escribirlas, de traerlas frente a la hoja, para hablar con ellas o, al menos, intentarlo. El ahogo se nubla. El éxtasis se empapa. El dolor se muerde. La ira se quema, pero el llanto… el llanto se vierte, como noria que estalla cuando la tormenta ha sido inclemente y no ha dado paso a la tierra a que la beba paciente. El llanto, con toda esa agua, trasciende por las líneas de fuego que la ira dibuja, mientras los labios —mis labios— se beben la sangre de la mordida que se contiene un alarido empapado, bajo las nubes de lo que se siente cuando el corazón se ha quebrado.

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Sus ojos me llenaban de una tristeza profunda, me recordaban los días nublados en los que llueve y hace frío.
En sus brazos me sentía más solo que cuando no estábamos juntos.
Físicamente nos encontrábamos cercanos: caminábamos juntos, comíamos juntos; pero has de saber que cada día nos encontrábamos más distantes mentalmente el uno del otro. Dime, ¿cómo se puede continuar así?
A penas era Marzo y yo comenzaba a dudar si lo vivido en enero había sido verdad o sólo era un sueño mio.