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Me inflamas las ganas de estar contigo y acepto mi hambre por lo prohibido; muero y renazco desinhibido cuando me entierro en un santiamén, entre tus labios doloridos, deseando consumirlos en un presuroso vaivén por el que entrego mi vida también.

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Y yo que sólo quiero sentirte a mi lado, busco tus manos para enredarles mis dedos y así puedas escribir lo que lloran mis labios por no poder alcanzar tus oídos cuando te estoy llamando.

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Sin tener abierta el alma no tiene ningún sentido ceder; hay que desnudarse para poder trascender el miedo que la carne nos hace comer cuando el corazón, en su soledad, busca suceder.

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Ojalá pudiera abrazarte, así te haría sentir que me tienes, que nunca te falto… y que, aunque tus ojos se cierren con el agua del quebranto, mi esencia se diluye en tu llanto, como un beso suave con aroma a nardos.

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Las mieles de la gloria
no he probado todavía
sin embargo esta vida
me ha regalado dichas
que no de forma fácil
podrían olvidarse
no dudo, he sido feliz
aún faltan cosas, lo sé
no es que ya desesperé
pero si pudiera elegir
un momento para partir
que fuese como ahora
que con todo o nada
pueda abrazar la calma.