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Miraba la noche como el sol al día y podía presentir el pálpito del silencio en una nota de piano adormecida. Ya respiraba anulado en el seno del vacío, mas no olvidaba la sinfonía de su corazón entumecido. Se había enamorado de la oscuridad con el afán de un niño que gateaba hacia la libertad, pero no dejaba de extrañar el sosiego que le ofrendó la soledad y su frialdad. Pude verlo así, con el semblante ataviado de nada, y comprendí que era tan parecido a él que no pude ya despegarle la mirada.

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Otra vez domingo
las horas llanas
chorrean nostalgia

El frío de la mañana
y el hervidero
en las entrañas

Lo no encontrado
y lo atrás dejado
en espera coexisten

Aun sin hablar
te voy nombrando
entre suspiros.

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Shhhhh….

No preguntes que por qué te quiero…

Porque yo no sabría explicar
El viento en tu cabello,
El ritmo de tus piernas,
El tierno lenguaje de tu tacto,
El cielo en tu mirada,
El universo en tu sonrisa,
La cálida guarida de tu pecho,
O el dulce jazz de tu voz
Cuando dices mi nombre…

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“¡Cómo no voy a ser un Lobo Estepario, un ermitaño desgreñado, si estoy hundido en este mundo cuyas metas no comparto, cuyas alegrías no me atraen. No soporto mucho tiempo en un teatro ni en un cine, apenas puedo leer un diario, pocas veces miro un libro moderno: no puedo entender cuál es la diversión y la felicidad que los hombres buscan en trenes y hoteles repletos, en cafés llenos de gente con música fuerte y sofocante, en los bares y varietés de las elegantes ciudades de lujo, en las exposiciones mundiales, en los corsos, en las conferencias para los sedientos de cultura, en los grandes campos de deporte. No puedo entender ni compartir esas alegrías que estarían al alcance de mis manos y por las que hay miles que se esfuerzan y se amontonan. Y aquello que, por el contrario, sucede durante mis escasas horas de felicidad, lo que para mí representa placer, aventura, éxtasis y enaltecimiento, es algo que el mundo a lo sumo conoce, busca y ama en la poesía, pero que en la vida le parece una locura. Y de hecho, si el mundo tiene razón, si la música en los cafés, si los entretenimientos de masas, si esas personas americanas con tan pocas pretensiones tienen razón, entonces yo estoy equivocado, estoy loco. Entonces en serio soy el Lobo Estepario, tal como me describí varias veces: el animal perdido en un mundo ajeno e incomprensible que ya no es capaz de encontrar su hogar, su aire, su alimento.”

El Lobo Estepario, Hermann Hesse.

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Te acostumbras a estar solo, a ser independiente, a veces a cargarte el mundo entero y navegar soñando, errar como un vagabundo, caminar por las calles, leer durante la noche mucha literatura virgen aún no escrita, ver las estrellas y las nubes, sentir la humedad en los huesos, el frío cubriéndote de amor, las canciones, ver a todos pasar y que nada te pase a ti y esperas que pronto acabe, que te lleven a un museo o te recoja la muerte, porque tu silencio es una invitación.

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Las muertes del ego, tan dolorosas, tan necesarias, aceptar para dejar ir tu antigua sombra con sus hábitos, sus deseos, sus afecciones, volver a empezar de cero, muriendo una noche… dos, tres, soportando la congoja, las ganas de llorar.

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Las ganas atrapan la insistencia, entonces hacen que la acción por ti sea certera, por eso la solicitud es que vengas y me arropes con tus piernas, además de los besos que puedan encender la mecha, que espero y solo así este único sentimiento tu poder  entenderlo, para que vivamos juntos este amor que sin dudas es cierto, apiádate de esta alma que vibra y se ilumina al ver tu mirada y tocando el viento, así como el sol cada día nos da esa luz profunda para crear amor y vida en este mundo pasajero.

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Otra vez domingo
las horas llanas
chorrean nostalgia

El frío de la mañana
y el hervidero
en las entrañas

Lo no encontrado
y lo atrás dejado
en espera coexisten

Aun sin hablar
te voy nombrando
entre suspiros.

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Que viaje tan delirante se hace esto de vivir; te acostumbras brevemente a quedarte y después a partir, intentas acostumbrarte a un tren en el que posteriormente te obligan a bajarte y no te dejan volver a subir.

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Hubo noches en que fuiste llovizna y golpeabas con tus gotas mi ventana, de a poco como tictacs de un pequeño reloj que arrullan hasta que uno se duerme. Pero hubo otras en que fuiste lluvia, de esas que empapan, de esas que se vuelven tormenta, de esas que terminan en naufragio.