:

La locura rondaba mi cabeza, no podía sostener ya tanta presión. Me estaba quedando sordo del dolor; tantas respuestas, ¿para qué? Ese reflejo en mi recuerdo continuaba atormentándome.

Mi cuerpo cuasi inmóvil había detenido su lucha hace rato, acompañado solo por el funesto silencio, calado en un agotado llanto.

A lo lejos, el viejo guardián deambulaba con su linterna mientras mis despojos procuraban recobrar la cordura, al advertir que el oxígeno del ataúd seguía consumiéndose.

Deja un comentario