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Miraba la noche como el sol al día y podía presentir el pálpito del silencio en una nota de piano adormecida. Ya respiraba anulado en el seno del vacío, mas no olvidaba la sinfonía de su corazón entumecido. Se había enamorado de la oscuridad con el afán de un niño que gateaba hacia la libertad, pero no dejaba de extrañar el sosiego que le ofrendó la soledad y su frialdad. Pude verlo así, con el semblante ataviado de nada, y comprendí que era tan parecido a él que no pude ya despegarle la mirada.

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