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La ciudad se llenó de zombis en una sola tarde.

Todos corríamos. Mi novio iba adelante de mí, y yo trataba de seguirle el paso, pero mis piernas no eran tan veloces. La distancia entre los dos se extendía a cada segundo.

Él se alejaba, me dejaba sola, su silueta se volvía cada vez más y más pequeña.

De pronto, algo lo hizo tropezar y cayó al suelo.
Fue ahí donde finalmente lo alcancé, y di la primera mordida.

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