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La cabaña se tambaleaba como si una gigantesca bestia la soplara. Golpes estrepitosos sonaban en la puerta, la cual estaba a punto de caerse.
—¡Es el lobo! ¡Es el lobo! —gritó el mas joven de los tres asustados cerdos.

El mayor tomó un hacha, dispuesto a defender a sus hermanos. Sin embargo, cuando la puerta cayó, su cruel adversario entró con una sonrisa sardónica y macabra, y ni siquiera les dio tiempo de reaccionar. Los tres hermanos terminaron muertos.

El viento seguía soplando fuerte cuando Arturo Lobo Martínez salió de la cabaña. Con tres balas, había acabado con los cerdos que le quitaron la vida a su esposa.

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